Juan-Carlos Arias, detective privado sevillano: "Villarejo no nos gusta nada, es un impostor"

Más de 40 años en busca de la verdad, desde su Sevilla, incomodando a través de sus investigaciones. Está allá donde se unen "corrupción" o "avaricia humana". Ahora, cuenta sobre su último libro, de un copista perfecto sevillano y una trama internacional de cuadros falsificados

Juan-Carlos Arias, con La Anunciación de El Greco, un cuadro del que sospecha sería una copia.
Juan-Carlos Arias, con La Anunciación de El Greco, un cuadro del que sospecha sería una copia. MAURI BUHIGAS

Un detective por Sevilla

Juan-Carlos Arias no vale, dice, ni para tener jefe ni para serlo. Un alma libre, de ideas propias. Un detective que escribe en medios y publica libros sobre investigaciones, criminales o, simplemente, sinvergüenzas. Hijo de Policía Nacional, ni quería el uniforme ni lo que implica. Tampoco ser periodista. Lo suyo es ir por libre. 

Empezó como detective privado en 1983, tras volver a España, desde Venezuela, al ser un insumiso para la mili huido. Tuvo su empresa, con sucursales, hasta el 96, cuando se cansó de aquello. "Desde el 2000 trabajo como independiente, y no cobro si se gana un caso, cobro según lo que creo que he trabajado, ¿entiendes?". 

Presidió una extinta asociación de detectives en Andalucía y ahí empezó su relación con los medios. "Siempre he tenido interés en desvelar qué hacemos los detectives". En algunos momentos, dice que no hay mayor tontería que esa imagen del detective de lupa y gabardina. Pero a medida que habla, si desmiente los mitos del detective, es para asegurar que "la realidad acaba superando a la ficción". En Sevilla, en Andalucía, en España y en el planeta. Ahora, se puede leer su último libro, El Falsificador de Franco (ed. Samarcanda). Y en lavozdelsur.es, un medio con el que ha empezado ya a colaborar.

Si no es como sale en las películas, ¿cómo es ser detective?

Diferente. Te pongo un ejemplo. Un señor con cuatro hijos tiene una empresa, se divorcia y pone en su nómina que cobra el salario mínimo. Mi clienta no puede mientras dar de comer a sus hijos. Se habla de violencia de género, de agresiones, pero también existe una violencia económica, la del padre que finge insolvencia. O el caso de una persona conocida que habría fingido su propia muerte. 

O sea, donde no llega la Policía, por tratarse a menudo de asuntos del derecho privado, aquello que no es derecho penal pero que tiene consecuencias para los demás.

La palabra delito solo puede usarla el juez en sentencia firme. Lo demás, no es delito. Pero hay muchas situaciones, como negociaciones, donde es necesaria la información, y acaba siendo rentable invertir en un detective, porque se desbloquean pactos y se alcanzan acuerdos que parecían imposibles.

"La época del detective detrás de las infidelidades pasó"

Por algunas entrevistas a otros compañeros en el gremio, suena también a que hay detectives que se dedican a demostrar infidelidades. ¿Es así?

En los años 80 y los 90, sí, porque hacía falta una causa para el divorcio. Desde que se aprobó el divorcio exprés, la infidelidad es solo una traición de pareja. Yo llevo casos de tipo patrimonial, financiero, de activos, no estos. Sí entro en que en un divorcio, por ejemplo, para dividir los gananciales, uno no sabe de verdad qué tiene el otro, si pisos a través de una empresa familiar, por ejemplo. Que la otra persona descubra el verdadero patrimonio de una empresa es importante. Hablamos de millones de euros. 

O sea, que ser detective es ir mucho al registro.

Hay una parte que es documentación, y es que el detective está considerado como un experto pericial en temas de conducta. Pero también hay casos que no son documentos. Por ejemplo, el caso de una madre que trabaja 12 ó 14 horas diarias, y el padre quiere la custodia compartida. Pues interesa mucho a una parte que se conozca que existen dificultades para la conciliación, y gracias a eso se consiguió una custodia compartida que al principio parecía imposible. A la vez, yo tengo la costumbre de añadir a los informes todo tipo de evidencias documentales indubitables. O sea, un certificado del Registro Civil nadie lo cuestiona, o una nota del Registro de la Propiedad. Porque puedes ver a una persona usando un coche, pero hay que demostrar, si es lo que se busca, que es el propietario. Y eso se logra con documentos.

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Arias ojea su libro, en su casa, en Sevilla.  MAURI BUHIGAS
Nada de invitar a un whisky en un bar de madrugada.

Bueno, están las llamadas fuentes humanas. Esta semana, acudí a comprobar que una persona vive de verdad en un lugar concreto. Preguntando en el bar de abajo, me confirmaron que esa persona desayunaba cada día allí. Un tío que da ese testimonio espontáneo, sincero, neutral, que no gana ni pierde nada, es un testimonio importante. Como los periodistas, distinguimos entre fuentes solventes y las que no lo son.

Si tuviera que elegir entre policía y periodista, sin ser detective, ¿qué habría elegido?

Pues no sé. Lo que leo en los últimos tiempos de la prensa, pues veo poco margen para la independencia. Y en la Policía y la Guardia Civil, pues en España tienen grandes profesionales, pero su cúpula es política. En Barbate, en el primer comunicado tras ser arrollados los agentes por una lancha, se decía que habían muerto. Luego lo corrigieron en unas horas diciendo que habían sido asesinados. Hay cosas que dices... En la política le quitan hierro permanentemente a un problema como es el narcotráfico, el negocio, el blanqueo, que tiene mucha vinculación con Cádiz, no solo con Barbate, sino también con Sanlúcar, el Campo de Gibraltar... El narco, a nivel mundial, tiene mucho poder. Bueno, yo en ese tema no me debo meter, pero hoy no existe la clase media, está desapareciendo: hay gente muy rica y gente que sobrevive. Incluso en los despachos de abogados que conozco, hay un socio que gana 15.000 al mes sin doblarla y curritos, juniors, que no llegan a 1.500.

"Todos los gobiernos tienen cloacas, éste y los anteriores"

El detective más famoso de España de los últimos años es el excomisario Villarejo. ¿Qué opina de él?

Te explico. Villarejo es el gran impostor de los detectives. Nunca ha sido detective, sino un sindicalista dentro de la Policía que siempre buscó la forma de no trabajar, se metió en la parte política de la Policía, y ha sobrevivido a todos los gobiernos como una especie de espía privado, como Hoover lo fue en el FBI, y se dedicaba a hacer negocios privados con el atributo oficial. Él nunca tuvo licencia de detective, sino que tuvo una especie de empresa que ahora vemos los informes y todos son pastiches, que no valen para nada. Le daba la vuelta a lo que quería el cliente. Era mentira todo. Es un personaje que odiamos los detectives, que lo sepas. No tiene licencia, no tiene carrera, y trepando conoce gente, se hace millonario, pero las personas con las que trabajó tienen el síndrome del timado, no quieren reconocer que les ha timado.

Pero, cloacas, éstas de las que habla Villarejo u otras, existen, ¿no?

Claro que sí. Hablemos de los gobiernos de Felipe González, de los GAL, que existía un GAL verde y otro azul... González dijo una frase muy gráfica: para defender la democracia, hay que estar también en las cloacas. Este Gobierno las tiene, como las tuvo el anterior, porque eso no distingue entre partidos. Si un Estado no puede hacer un trabajo, se tira de contratistas privados. Estados Unidos realiza ese trabajo en su beneficio a través de esas empresas privadas de seguridad, ya sea en Irak, Siria, Afganistán...

"Nunca han compartido conmigo la prueba de originalidad de La Anunciación"

Una de sus últimas investigaciones, en calidad de detective y escritor, se refleja en el libro El falsificador de Franco, de Ed. Samarcanda. 

Antes de publicar, he contactado con el Museo del Prado y con el Thyssen de Madrid. He contactado con casi 50 museos. He seguido la pista a cuadros que ha ido colocando Stanley Moss, que compraba cuadros a un copista a través del anticuario Andrés Moro. Casi todos los cuadros por los que he preguntado han tenido el silencio por sorpresa. He pedido pruebas de originalidad, que cuando un cuadro vale más de un millón de dólares, qué menos que tener una prueba de originalidad. En el caso de la Anunciación, atribuido a El Greco, sobre el que hay 14 versiones diferentes, me dijeron que sí, que tenían esa prueba de originalidad, pero nunca la han compartido conmigo. Este libro salió en julio y cuál fue mi sorpresa que hoy no está en el Thyssen, está en una exposición temporal, y al concluir, no lo han repuesto. El Museo Tyssen se mantiene con impuestos de los españoles, cobra del estado. Y si tienen una copia que se vende como original, no es de recibo. 

Destapa que varios cuadros en España podrían ser falsificaciones hechas en Sevilla, y que una de las víctimas de esas copias sería la propia Carmen Polo.

El personaje central del libro es Eduardo Olaya, un copista perfecto, explotado por una antigua pareja suya, Andrés Moro, que tiene una cartera de clientes impresionante. Uno de ellos es Moss, que tuvo una demanda enorme de clásicos españoles y ahí ya tira de copia. Ha colocado muchos cuadros en galerías de todo el mundo, aparte de coleccionistas privados. A Moss le hemos preguntado tanto yo como Julio Muñoz Gijón, el Rancio, que es prologuista del libro, y siempre sin respuesta. En los 60, los 70, a Moss lo multan varias veces, es público, aparece en el BOE, pero tenía padrinos. Vivía en el Ritz de Madrid, porque llevaba dólares en una época en que esa moneda podía mucho a la peseta.

Esta trama la investiga su padre, policía nacional.

Bueno, mi padre investiga a Olaya. Ahí descubre que había colado un cuadro en el Palacio del Pardo. Una vez que fallece mi padre, la Policía española, Arias Navarro, engaña a la Interpol, diciendo que aquello no tenía importancia. Yo he descubierto la dimensión del asunto fuera de España. Pegaban el cambiado de pintores como Velázquez, Zurbarán o El Greco, cuadros muy demandados.

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Arias, retratado por  MAURI BUHIGAS.
¿Cómo logró Olaya tanta perfección?

Iba a los museos, al Prado o al de Bellas Artes de Sevilla, y se quedaba tardes enteras estudiando a los pintores. Estudiaba su contexto, cómo estos pintores recibían encargos primero de la Iglesia, luego de la aristocracia y finalmente de la burguesía. Estudiaba con maestría. Y una cosa que ocurre con los copistas es que tienen la facultad de mejorar al original. Como un corrector de texto de un periódico o de un gran escritor, como Vargas Llosa, Gala o García Márquez, se le realiza una mejora estilística, de gramática o contextualización. Pasa lo mismo en la pintura.

¿Empezará a salir a la luz que hay cuadros falsificados?

El Prado me contestó finalmente por el portal de transparencia, porque del resto de formas me daba largas. Moss les vendió cinco cuadros. Hay dudas, incógnitas, y respecto al coste de transferencia, creo que es un escándalo. El problema es que quienes están de directivos en estos museos son políticos. Al director del Prado lo elige el ministro de Cultura. Y en el Thyssen no creo que nunca lo admitan. Qué casualidad, respecto a un cuadro que aparece en el libro, ahora no está. Lo que pasa es que estas cosas no salen a la luz pública, pero la baronesa ya tuvo que retirar varios cuadros. Si descubres un timo, ¿qué haces? Eso pesa. Porque el mercado del arte es un valor refugio. Los nuevos ricos compran cuadros, hasta los narcotraficantes, y hasta se pagan cuadros con NFT y con tokens, con criptomonedas. Un museo no es solo lo que expone, sino también los muchos cuadros que no. Eso tiene un valor. En Abu Dabi, por ejemplo, han comprado una parte de la colección del Louvre, pero no saben que tienen lo que no querían los franceses. 

"Los cuadros son para un país como su reserva de oro"
A nadie le interesa.

Para un país, esa colección es como la reserva de oro del banco central. Emites moneda porque tienes el respaldo del oro. En los museos pasa lo mismo. Porque esos museos principales, como es el Prado, hacen marca del país. Es un tema incómodo, donde se mezclan corrupción, falta de profesionalidad y donde está omnipresente la avaricia humana.

No solo en España.

Los grandes empresarios, que tienen muchos cadáveres en el armario, han comprado cuadros. Thyssen, pero también está la Fundación Juan March, que empezó con el contrabando. Suma y sigue, los Rockefeller, uno de los empresarios con más muertes en el tajo, en los pozos de petróleo, o la colección Meadows, de Dallas, lo mismo. Para un europeo, un cuadro es patrimonio histórico. Para un americano, es un activo patrimonial.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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