La Constitución, ese clásico del humor

Han pasado 44 años —la mayoría de la ciudadanía actual no la votó— y los problemas de España son otros. Nos acordamos de ella un día al año, y no la conocemos. Ni falta que importa

JOSE PETTENGHI ARTICULO

Pepe Pettenghi

Biólogo y profesor.

Imagen del acto en el que se celebró el Día de la Constitución en el Congreso.
Imagen del acto en el que se celebró el Día de la Constitución en el Congreso.

Ea, ya pasó el Día de la Constitución y como cada año: entrega de medallas, el himno, las palabritas del rey con lo bonito que está todo… y hasta el año que viene.

Ya cansa, pero es lo que hay. O sea, que las cosas no suceden como se sueñan. En 1978 compramos una democracia, aunque con ella venía un regalo sorpresa: la monarquía. Y nos entregamos. Se llamaba transición, después Transición, si bien con los años llegó a ser santa. Santa Transición y su texto sagrado, la Constitución.

Han pasado 44 años —la mayoría de la ciudadanía actual no la votó— y los problemas de España son otros. Nos acordamos de ella un día al año, y no la conocemos. Ni falta que importa.

Qué importa que la Constitución diga que este es un país aconfesional, si es el único de Europa que garantiza mediante tratado internacional —los Acuerdos con la Santa Sede de 1976 y 1979— el sostenimiento de la iglesia católica con fondos públicos. Amén de otros privilegios fiscales, exenciones, inmatriculaciones… ¿Aconfesional? Qué risa.

También dice la Constitución que el trabajo y una vivienda digna son derechos. ¿Y qué?

Debe ser que en 1978, el Poder, el auténtico Poder franquista, se olió que la única forma de garantizar su propia supervivencia consistía en adoptar las maneras democráticas. Sin entrar en más honduras: un buen enfoscado y unas capas de pintura. Pero el edificio seguía intacto.

Así, con el franquismo oficialmente fallecido, pervivió gran parte de su legado. Cómo negar hoy que la Ley de Amnistía de 1977 tuvo un carácter de “ley de punto final” para los delitos cometidos (y no juzgados) por el aparato franquista. ¿Nadie vio durante décadas el Valle de los Caídos o la sepultura de Queipo en un templo? ¿Le importó esto a la gente?

De ciegos es no ver a diario lo de los jueces. Son el Poder. Mandan más que nadie sin que nadie los haya votado: retardan leyes, las modifican a su gusto, trituran reputaciones… La idea es oponerse a todo lo que no venga de su parte y de los intereses de sus coleguis de la derecha. De ahí que no quieran renovar el Cº Gral. del Poder Judicial si los suyos no tienen mayoría. El resto del fango ya se encarga de echarlo la prensa adicta, que es casi toda.

Y al amparo de la Constitución. Qué risa.

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