Nada de idilios, pero sí belleza, por favor

Las redes sociales son un no lugar de vida, porque son un lugar exclusivamente performativo

Foto de Twitter.
Foto de Twitter.

Recién bloqueé a tres malas personas en Twitter. La razón: insultaban a alguien utilizando mi cuenta o a mí mismo. Personas brutas como un arado dedicadas a lanzar palabras gruesas contra lo que no les cuadra a ellos mismos. Curioso que las tres personas insultadoras lo hacían desde posiciones de extremada derecha. No es la primera vez, pero es raro que mi cuenta sufra tales ataques. ¿Cuál fue la razón del ataque? Una noticia sobre la Korrika que se está celebrando en Euskadi, de paso por Treviño. Una rareza, esa de que Treviño, miren el mapa, sea un territorio de Burgos en el interior de Araba. Se puede estar de acuerdo o no. Personas que mostraban su desacuerdo con la noticia de un modo respetuoso no fueron bloqueadas por mí. Los calumniadores e insultadores sí. Yo ni siquiera me posicionaba sobre la noticia.

Lo cuento porque también cuento aquí muchas otras cosas, que comparto con ustedes, y me parecía bien compartir también esto. Paso muy poco tiempo en las llamadas redes sociales, en realidad unas redes oscuras y atrapadoras, que retiran a demasiadas personas de la vida real, en la calle, en el bar, en la plaza, en el asiento del tren. Son redes peligrosas y algo peor que su peligro es que tengamos miedo a lo que en esas redes ocurre. Convendría ignorarlas un poco, más que un poco, frecuentarlas también poco y salir más a los bares y a las calles; a los parques, a la playa, a los cines. El otro día vi una peli maravillosa, Gondola, de Veit Helmer. Una película que no es cine mudo, pero no se dice ni una sola palabra. Bueno, sí, una única vez se escucha ok. Una película llena de color, de paisaje, de música, de sencillez, pero sobre todo de comunicación. Nada de idilios. No faltan las cotillas, ni alguna mala persona, aunque contra la sospecha de los que tienen dinero o lo quieren tener, existe la solidaridad gratuita y sin esperar nada a cambio, porque la belleza es lo que tiene: nos invita a participar. El avaro recibe su justicia poética, y las ocasiones de choques y roces quedan resueltas y disueltas en ese aire benigno que produce la belleza, que entre personas se convierte en amor. Nada de idilios. Saberse humanos es saberse ofendedores, alguna vez, incluso sin desearlo, completamente sin desearlo; hay que dejarse de historias y que lo nuevo por hacer reconstruya esa belleza que en parte se había desconchado.

No, no es que no se pueda quedar uno en su casa y ver una película maravillosa. Se puede, no faltaba más. À la joie, Por la alegría, una maravillosa película, en mi opinión. Nada de idilios. La película, ¿termina mal? De ninguna manera. Termina humana, humanamente: sin idilios. La película desarrolla toda una historia de amor, cargada de una vida sexual intensa, llena de belleza y alegría entre dos desconocidos que recién se conocen, se aman y se aman hasta las últimas consecuencias: ella cuida de él, en plena pandemia, a pesar de que él se infecta con covid, llama a la ambulancia cuando parece que pudiera estar muerto o cerca y sigue su suerte en el hospital. Pero nada de idilios: habían tenido su pelea y su separación. Una comedia divertidísima, a la que me resisto a atribuirle el apellido de tragedia, porque la vida es vida y no un parque temático para visitantes y turistas distraídos. Incluso la publicación religiosa Evangelische Zeitung, de orientación luterana, le dedicó a la película una interesante reflexión positiva.

Las redes sociales son un no lugar de vida, porque son un lugar exclusivamente performativo, esto significa creador de una realidad deseada planificada. Caer en las redes es caer también en la impostura demasiadas veces. Las comunicaciones gracias a internet no tienen que ver con las redes sociales, que son un subproducto de internet, en realidad. La comunicación se produce, por ejemplo, en el uno-a-uno de WhatsApp, Signal, etc., en el envío de correos electrónicos. Los grupos de WhatsApp no son estrictamente comunicación sino performance en su 98% de funcionamiento. La excepción confirma la regla. Nada de idilios, por favor. Luego está el uso de las redes para anunciar lo que hacemos, como plataforma de difusión. Algo que no deja de ser una ilusión por culpa de los algoritmos y su manipulabilidad.

¿Hay lugar para la belleza en lugares como Twitter y Facebook o Instagram? Pero son muy escasos, marginales, una excepción. Justo lo contrario, me atrevo a decir, que en la vida sin redes oscuras que te atrapen. En los bares, en los cafés, en los cines, en las verbenas y las bibliotecas. Eso de llegar a un café y saludarte sin necesidad de hablar más, o sí, pero saber que podés acercarte, o no; que sabés dónde estás parado. Esa conversación casual que de pronto se produce casualmente con alguien a quien de nada conocías ni habías visto, o mejor: con alguien que llevabas viendo tiempo y siempre quedaba postergada esa primera conversación. Y pum, se volvió divertida, y no pasó nada más, qué va a ser. Sí, nada de idilios, pero pasó otra alegría, la de la pura conversación, leve, simple, a la vez que profundísima. En este tipo de conversación es mucho más difícil que surja ese desencuentro performativo de las oscuras redes sociales, en las que rápidamente salta el signo y motivo de la batalla emboscada en un presunto diálogo. Sí, nada de idilios, conviene mantenerse tranquilos y distantes en las redes oscuras. Y sin aspavientos ni enojos bloquear a quien no sea digno de confianza.

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