La transformación

Estoy muy orgullosa de ser como soy, de mis gustos, mis hobbies y de ser una mujer como yo me llamo a mí misma al más puro estilo vintage

Un código QR, que se muestra desde el móvil.
Un código QR, que se muestra desde el móvil.

Igual cuando comiencen a leer sobre el tema que hoy les voy a tratar en su rostro se dibuja una sonrisa o les apetece hacer un chiste sobre el asunto o incluso sobre mí misma, lo más probable es que me tachen de haberme quedado en la era de piedra, pero estoy muy orgullosa de ser como soy, de mis gustos, mis hobbies y de ser una mujer como yo me llamo a mí misma al más puro estilo vintage. 

Según la Wikipedia, un código QR es la evolución del código de barras. Un módulo para almacenar información en una matriz de datos o en un código de barras bidimensional. La que les escribe la semana pasada se compró dos cuadernos para almacenar información, uno de la mitad del tamaño de A4 y otro de los que usaban antes los camareros y se abren hacia atrás. Es decir que de la definición extraída de la enciclopedia libre tendré que anotar en dichos cuadernos el buscar el significado de “módulo para almacenar”, “matriz de datos”, “código de barras bidimensional” y también he de reconocer que podría añadir a la lista para buscar el significado de “código de barras” pues nunca me quedó claro para qué sirvieron si no es para otra cosa que una cajera del supermercado lo pase por caja a la velocidad de un rayo. Una vez leído este primer párrafo ya se hacen una idea de a qué voy a dedicar hoy las líneas que estoy escribiendo. 

Empecé a ser consciente de la invasión de estos códigos en la segunda etapa del confinamiento y sobre todo cuando en el sector de la restauración se eliminaron las cartas físicas de papel o cartón plastificadas y las mesas estaban llenas de pegatinas con estos códigos. Creo que la primera vez que me atreví a sentarme en un bar tras el estado de alarma sanitaria fue también la primera vez que usé uno de esos indescifrables códigos para el ojo humano. Supongo que por el hecho de ser tan indescifrables a simple vista me despiertan tanta aversión, todo lo desconocido me inquieta y soy de las que piensan que aquello que se oculta nunca puede llegar a ser del todo bueno. Un restaurante que tenga en su mesa pegado el andrógeno código QR, pero que siguen mostrándote aquello que tienen que ofrecerte con una carta impresa es un punto más en mi valoración con respecto a otro en el que me veo obligada a sacar de mi bolso el teléfono móvil para averiguar que puedo almorzar o cenar. Y ahora me llamarán rarita, pero cuando como o ceno, ya sea en casa o en la calle, el teléfono queda en un segundo plano y no me gusta que me impongan tener que usarlo para elegir que quiero comer. 

¿Cuáles son las ventajas de este invento? Cuando le hago esta pregunta a san Google rápidamente contesta “es gratis”, respuesta que no ha de asombrarnos, pues a todo ser viviente la palabra “gratis” o “free” hace que los ojos se fijen en cualquiera que sea el lugar donde aparezca, que los ojos nos hagan chiribitas y que nos den vueltas tal como hacían los de la fallecida y conocida artista “Marujita Díaz”. La única desventaja de la que presumen y así hacen constar es que es necesario instalar una app para leer el dichoso código y en lo cual claro está, discrepo. Además, me niego a que me impongan descargar una aplicación más en mi teléfono y me indigna que me digan, (aunque sea bromeando) que parezco una abuela poniendo caras extrañas ante el ilegible código. “Quick Response” o lo que traducido al castellano quiere decir “código de respuesta rápida”, curioso e inapropiado nombre con el que fue bautizado, ya que, una respuesta deja de ser rápida si para obtenerla hay que hacer todo un ritual que comienza con tener un teléfono móvil a mano y termina con pinchar un enlace web que la mayoría de las veces no funciona o tarde en cargarse. 

Y ahora opinen todos los expertos en este tipo de tecnologías que de eso se trata de opinar, yo sinceramente poco más conozco del tema, pero lo suficiente para saber que mi vida sería la misma sin este genial invento para algunos, pero para mí, totalmente absurdo. 

Y como leí en alguna parte les digo que “yo no me estoy envejeciendo, solo me estoy transformando en un clásico”.

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