El sí es sí y el no es no

Una ley orgánica sobre violencia sexual que establece campañas de sensibilización, requisitos formativos y una reforma del tipo penal de agresión un tanto enrevesada

Imagen de archivo de la manifestación del 25N en Jerez.
Imagen de archivo de la manifestación del 25N en Jerez. CANDELA NÚÑEZ

El mejor gobierno es el que menos gobierna, decía Thoreau. Y tenía razón el autor de La desobediencia civil, sobre todo, cuando se espera que el Estado solucione todo. Porque se corre el peligro de que a la autoridad tiente sobredimensionar su poder y ejercer una tutela minuciosa. Hay que ser un poco viejo, para entender esto. Los deseos políticos deben reducirse, en algún momento, a un estado de cosas tolerante que no empeore, firme en principios útiles universales, sin provocar más enfrentamientos. No me refiero a una forma de acomodamiento, pues se requiere de mucho esfuerzo, investigación y resistencia, más quizás que el idealista, que aplica sus principios generales y abstractos con vagos automatismos.

La polémica de la semana ofrece una muestra de ello. Una ley orgánica sobre violencia sexual que establece campañas de sensibilización, requisitos formativos y una reforma del tipo penal de agresión un tanto enrevesada, también con agravación para infractores menores de edad. A su publicación oficial, siguieron unos efectos técnicos quizás no bien previstos del todo, y con ello, cruces de calificaciones y descalificaciones. Nepote, libertadora de violadores, banda de fascistas, promotores de la cultura de la violación, fueron los más sonados. Solo esto, si dejamos a un lado las duras palabras de su propio partido a la camarada Díaz.

Bajo todo el ruido creado por unas y por otras, está, objetivamente, la Ley. El objetivo principal de la norma ha sido eliminar la útil diferencia entre abuso y agresión sexual, dejando solo la agresión y definiéndola por el consentimiento. No está claro que este tecnicismo vaya a servir para reducir las conductas delictivas realizadas por una pequeña parte de la población masculina sobre las mujeres. Por otro lado, la instrucción y las campañas de sensibilización, que ocupan gran parte de la norma, existen desde hace tiempo. 

La reforma penal, inevitablemente, lleva a pensar en el caso más mediático de los últimos años. Legislar con miras a un caso concreto, ha sido precisamente una de las líneas rojas que la izquierda acusaba a la derecha de traspasar. Se trata del llamado populismo punitivo, que no tiene un efecto generalizado en el sistema de justicia, sino más bien un rédito político. El mensaje que se lanza es: el Estado ha puesto remedio al problema. Más allá de la sutileza penal, las novedades jurídicas sustanciales que contiene el texto son escasas. El tema del consentimiento ya tenía acogida en los tribunales, y seguirá existiendo un margen de aplicación parecido al que había, si bien desaparece esa modulación que permitía el abuso y la agresión. Tras todo esto, se debe considerar lo que cada vez más mujeres especialistas plantean sobre el asunto. Que jurídicamente, ya está prácticamente todo reconocido.

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