Hacia una sociedad primitiva y supersticiosa

En nuestras sociedades occidentales, que podríamos también denominar sociedades de la saturación, hay aburrimiento y sed de cambio: sería lo que está ocurriendo

Ideología no es otra cosa que un conjunto de ideas que procuran instrumentos para transformar la sociedad. Viernes Santo en Mendrisio, Suiza.  PABLO MTNEZ. CALLEJA
Ideología no es otra cosa que un conjunto de ideas que procuran instrumentos para transformar la sociedad. Viernes Santo en Mendrisio, Suiza. PABLO MTNEZ. CALLEJA

Cambió el horario, el sábado, y los relojes automáticos ya no nos dejan ni darnos cuenta de cómo avanza el tiempo, o retrocede. Porque esta realidad performativa hace posible que el tiempo vaya para atrás o para delante. La Semana Santa acabó y, lo mismo en Andalucía que en la suiza italiana, no dejó de llover y se suspendieron las procesiones. En Mendrisio esas procesiones del jueves y viernes son Patrimonio de la Unesco. Todo estaba preparado, las calles llenas de transparentes y las procesiones suspendidas. Bueno, decidieron hacer una procesión chiquita dentro de la iglesia.

Cambia el horario, cambia el clima, cambian las procesiones: "cambia, todo cambia", decía Mercedes Sosa. "Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño". Pero, qué cosas cambian, cómo cambian las cosas. Y cómo cambio yo. Sobre todo, ¿para qué los cambios?

En nuestras sociedades occidentales, que podríamos también denominar sociedades de la saturación, hay aburrimiento y sed de cambio: sería lo que está ocurriendo. Saturación en cualquier sentido, sobre todo en el de hartazgo. Y ese hartazgo hay que situarlo en referencia a que el reparto de la riqueza es extremadamente desigual y cualquier nuevo Gobierno, casi, promete repartir más justamente y termina resultando una mayor desigualdad. Acá es donde entra la famosa verdad líquida, con la que todo es relativo, y que simplemente es la mentira más granítica. Los políticos profesionales viven de esto y los que se anuncian no profesionales, ¡cuidado!

El futuro ha cambiado. Hasta hace solo dos generaciones el futuro era algo que llegaría muy tarde y apenas se le podía poner una fecha concreta. Vino la economía con su planificación y se decidieron dos futuros: el de medio plazo, de tres a cinco años, y el de largo plazo, más allá de diez. Entonces replicó la política y quedó un solo plazo: las próximas elecciones, de manera que a los cuatro años del mandato hay que quitarle el último, que estará dedicado a la siguiente campaña. Quedan tres años.

De esta manera han cambiado los modos de pensar respecto al futuro. Hay quienes se mantienen críticos, quizá porque pueden económicamente, porque tienen memoria, porque tienen la formación suficiente, y siguen pensando en que hay que diseñar políticas a largo plazo o políticas estructurales que se levanten para que duren mucho tiempo. Es aquí donde entran las derechas nihilistas. Nihilistas significa que no respetan más los conceptos de honestidad, de la-patria-es-el-otro, de bienestar, de justicia social, etc. Cuando digo derechas no estoy pensando en ningún partido político concreto sino en una manera de pensar y de actuar, digamos que siguiendo el modelo del filósofo Norberto Bobbio, para quien la derecha y la izquierda no es el nombre de un partido político sino su actuar. Pero es aquí donde todo se ha hecho un gran lío.

Son las derechas las que actúan mintiendo y justificándose con eso de que todo es relativo, que esa es tu opinión, con lo que construyen esa verdad líquida, mentira granítica, las que actúan como si fueran los antiguos rebeldes de la izquierda. ¿La rebeldía se ha vuelto de derechas? No, esa presunta rebeldía es la simple reacción ultraderechista: reaccionarismo. Reaccionan contra la conquista de derechos sociales y económicos; reaccionan contra el uso de la verdad simple y de la honestidad. Invocan el orden natural de las cosas y una presunta naturaleza humana, y ya se sabe…

Hay gobiernos que tradicionalmente serían denominados de izquierdas y hacen muchas políticas de derechas. En esto es en lo que se ha complicado demasiado la política. En esto está ganando la partida la idea de Max Weber de profesionalizar la política. Los políticos se profesionalizaron, se rodearon de ingenieros económicos y convirtieron la economía productiva en economía financiera y ya casi nadie comprende qué ocurre. La política profesional ha convertido la política y la gobernanza en un lugar negativamente mágico y oscuro. Esta oscuridad es la que nos lleva, a las sociedades, a la superstición, a inventar poderes ocultos más allá de lo ocultos que ya están los poderes. Los políticos profesionales nos saturan y complican para continuar ocupando puestos; son una verdadera clase social, casta. Desconfía del que quiera llegar al poder insultando a todos y a todo. Quien habla mal de todos, un día hablará mal de ti.

La oscuridad de la política profesional no está construyendo una sociedad medieval, ¿quién dijo que lo medieval era oscuro con toda la luz que aporta el gótico? Estamos volviendo a la época primitiva, una época de completa desorientación donde, por ausencia de tecnologías adecuadas, no observamos un sistema y no podemos sistematizar lo que vemos y nos ocurre. Una época, la modernidad primitiva en la que ya estamos, en la que nos vemos incapaces de valorar lo éticamente correcto y lo que no lo es, de suerte que ya todo vale si persigue el interés concreto tomado por bueno, ¿y qué es bueno?: nihilismo.

¿Qué hacer? Parar, pensar, identificar, definir. Ideología no es otra cosa que un conjunto de ideas que procuran instrumentos para transformar la sociedad. Las derechas están transformando a la sociedad hacia una época pre medieval, de oscurantismo primitivo; una sociedad sin tecnología, aunque sobren aparatitos tecnológicos: la tecnología es, en primer lugar, la tecnología del pensamiento, pero los sistemas educativos están amputando el desarrollo del pensamiento, cada vez más limitado y simple. Los aparatos tecnológicos están siendo el obstáculo para un pensamiento tecnológico acorde con esa tecnología mecánica, digital. Esos aparatitos no nos dejan mirar más allá de la punta de nuestra nariz.

¿Qué quieren las izquierdas que quedan? ¿Quieren definir valores éticos y comportamientos éticos? Las derechas lo hacen. Quieren volver a prohibir el aborto, por ejemplo. Y algo mucho más profundo que eso. La ultraderecha argentina, actualmente en el Gobierno, tiene altos cargos del Gobierno nombrados y actuando ad honoren, o sea, sin recibir dinero del Estado por su cargo en el Gobierno. ¿Recuerdan que un poco más arriba de esta columna hablábamos de la política profesional y sus consecuencias? Las derechas están favoreciendo la construcción de una idea: que solo los ricos, que ya tienen su dinero, se dediquen a la cosa pública. La democracia está seriamente en peligro y las izquierdas deberían superar complejos tontos.

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